En el marco de la reciente Todo Láctea en Esperanza no podía estar ausente una de las personas que más saben y conocen de la raza Holando Argentino, vinculado a la empresa Semex. Nos referimos a Horacio «Hacho» Larrea, quien reconoce su privilegio de ser un protagonista en primera fila en el proceso de mejora genética de la raza Holando que tanto lo apasiona. Reconoce que los niveles de productividad en los tambos hoy nos asombran.
Siempre afable y dispuesto a dialogar con la prensa, se hace sencillo abordar a Hacho y hacerle algunas preguntas a las que responde generosamente, con una mirada amplia, que permite observar el perfil de este especialista. Su claridad sobre el presente y su apasionante vivir una actividad que siempre invita a desafíos, hacen valiosos sus comentarios.
Nuestro Agro (NA) – ¿Cuál ha sido la influencia de los sistemas de producción de Nueva Zelanda en lo que respecta a los cambios que se han dado en los establecimientos lecheros de nuestro país?
Horacio Larrea (HL) – Desde el punto de vista de lo que es la tecnología, de la selección genética, las bases son las mismas. Y si bien hoy hay tantas herramientas revolucionarias de selección como estamos hablando de lo que es el semen sexado, el concepto básico del proceso genético lo describió hace ya 250 años un señor en Inglaterra que se llamaba Robert «Weibel» que era un autodidacta, no era ni genetista y él decía «se trata de cruzar lo mejor con lo mejor y esperar lo mejor». En definitiva hoy lo que vemos son, más herramientas que nos permiten avanzar mucho más rápido. Pero el concepto es que identifiquemos las mejores hembras para el modelo que queremos seleccionar, elijamos los mejores toros y crucémoslos. Y de lo que nace seguimos haciendo la selección. A pesar de que el modelo de Nueva Zelandia muy exitoso no es replicable en muchos países. Pero lo que ellos aplican en el proceso genético es igual a lo que hacen en los demás países.
Lo que uno difiere es el objetivo de selección. Pero no en la forma de hacerlo. Utilizamos las mismas herramientas. Utilizamos evaluaciones genéticas, genomas, una base de datos consistente y lo que se está haciendo ahora mucho es semen sexado y quien tiene acceso a la fertilización in vitro para multiplicar los animales más rápido.
NA – ¿Cómo asumen estos cambios la nueva generación de productores?
HL – Tenemos una generación nueva de productores muy entusiastas, muy ávidos de aprender. Y siempre pongo el mensaje, ellos no pueden pensar que van a manejar un tambo de la misma forma que lo manejó su padre y su abuelo. Hoy la clave es la gestión. El factor diferencial es la incorporación de innovación; quien arriesga tiene chances de hacer diferencias. Y la lechería es tan dinámica en ese aspecto que encima nos pone en una situación muy complicada para los que ya nos vamos poniendo viejos. Hoy en día hay mucha información con respaldo científico que contradice conceptos que utilizamos años atrás. Esto te obliga a que tenés que desaprender muchas cosas, comerse el ego de muchas cosas. Lo que ha pasado en estos últimos 15 años en genética es extraordinario y no pasó en los últimos 60. La genómica desencadenó una revolución tecnológica que es apasionante, pero lo que muestra en todas las gráficas del proceso genético en todos los países, es que a partir del año 2010 el ritmo del proceso genético se acrecentó significativamente. Y las vacas que estamos ordeñando hoy son mucho mejores que se ordeñaban hace 15 años atrás. Convierten mejor y tienen más resistencia a enfermedades.
NA – ¿Este proceso vino de la mano de la genómica?
HL – La genómica no representa mejoramiento genético. La genómica es un diagnóstico. La genómica es lo que en la medicina significó ver una tomografía computada. De haber pasado a tener rayos X, apareció una tecnología que mira mucho más adentro. La genómica es la primera tecnología que tenemos, que creemos que puede predecir el mérito genético que recibió un animal. Nunca tuvimos esa información antes. Por eso es tan revolucionaria. De cualquier manera hay que pensar que esto es el inicio; junto con esto abrieron muchos campos de investigación que en algún momento hasta la propia genómica va a quedar obsoleta. Hoy nosotros podemos empezar a identificar qué genes recibe un animal de sus ancestros. Y vemos animales que tuvieron suerte, tienen mejores genes que sus ancestros y otros que tuvieron peores. Todavía no sabemos mucho del funcionamiento. La etapa siguiente del genoma, es lo que llama el proteoma que es donde se va a medir el nivel de actividad de los genes, donde se empieza a medir el efecto de algo que se llama epigenética. Y va a ser mucho más precisa, mucho más sofisticada.
NA – ¿El manejo debe estar a la altura de esta genética?
HL – La gran dificultad de la genética es separar el efecto del manejo para poder medir la genética. En rasgo donde hay mucho impacto del manejo, es muy difícil separar el aspecto genético. La vaca puede tener una genética extraordinaria pero no es a prueba de balas. La vaca puede ser muy resistente a mastitis, pero no resistente a tambero sucio. Uno con el manejo saca a la vaca de la jungla. Donde empezamos a gestionar y donde empezamos a dar las condiciones para evitarle los accidentes que le pasa en la jungla.
Los otros días publican en Austria sobre cinco vacas con más de 100.000 kilos. Son vacas produciendo 530.000 litros de producción vitalicia. Son vacas que alimentaron a 36.000 bebés dándole dos mamaderas por día durante un año. Son números que la gente de la ciudad no los entiende y cree que es maltrato animal. Y es todo lo contrario. La vaca lo hace, primero porque tiene la condición natural y una generosidad extraordinaria, pero por otro lado, porque está en un lugar donde la cuidan para que pueda hacer eso. Y el beneficio es producir alimento y es el alimento más completo que hay sobre la tierra. Esos niveles de productividad eran impensables hace 50 años.
NA – ¿El productor entiende que está ante un proceso que podría llamarse reconversión productiva?
HL – Nosotros estamos viendo un proceso de selección de productor lechero. Uno ve muchos tambos que cierran, pero también muchos tambos que crecen. Vienen creciendo los que le encuentran la vuelta. Ya el tambero tiene asociada 100% la idea de la tecnología con la producción lechera.
NA – ¿ Cuál es la brecha entre la llegada de la tecnología y la actitud que ha tomado el productor para mejorar la genética?
HL – El único problema hoy es la falta de financiamiento. Si hoy hubiera créditos blandos para pagar un robot, un galpón a 30 años, los estabulados aparecerían como humo después de la lluvia. Nadie duda ya ahora del modelo. Tenemos un país que puede producir mucha leche y muy barata. El problema es que la producción lechera requiere de muchísima inversión. Y nosotros no tenemos forma de financiar la inversión. Aún así ahí aparece el ingenio argentino donde empezamos con gente que con un alambre de fardo y una tenaza, hace algo. Yo soy un gran defensor de la patria gringa. Soy un gran defensor de que el país tiene todavía intacta una cantidad muy grande de territorio poblada con gente con un espíritu emprendedor impresionante. Y ese es el futuro del país. Esos son los que se van a poner el país al hombro.
NA – ¿Se requeriría de alguna entidad u organización nueva para dar el salto y superar este estancamiento que tenemos de producción lechera?
HL – Lo que hace falta es un horizonte más claro. No sé si a través de un ente o qué. Programar la producción de leche es a largo plazo. La producción de leche se va a basar mucho en tecnología y la tecnología cuesta. Y necesita inversión. Entonces preguntémosnos si vamos a ser un país exportador o vamos a ser un país de mercado interno, ese es el horizonte de largo plazo. Nosotros tenemos todo para exportar pero lo que necesitamos es generar estructura. Políticas de estado de exportación; la seguridad de que no nos van a decir si exportan y aumenta el mercado interno vamos a cerrar la importación. Nadie puede programar cuando te cambian las reglas constantemente. En el campo donde pone un tambo, se le pone otro campo encima en maquinarias, estructura, etc, ¿y cómo lo financia? Canadá se ha vuelto “robotilandia”. Allá todo el mundo tiene robot. En Canadá comprar un robot es la cosa más simple del mundo porque tienen un crédito a 30 años con el 2.5% de tasa de interés anual. Poner un robot es mucho más barato que poner un empleado, que encima no consiguen. Ellos tiene acceso al crédito.
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