El desafío de la competitividad externa del sector lácteo argentino

Evolución y perspectiva del Índice del Tipo de Cambio Real Multilateral para la Leche en Polvo elaborado por el área de Economía de CREA.

Inflación, cepo, derechos de exportación y tipos de cambio diferenciales son sólo algunas de las dificultades que atravesó el país en el 2023 y que se repiten a lo largo de la historia económica argentina con mayor intensidad en períodos electorales.
Sumado a eso, las expectativas de un cambio de ciclo, no sólo en lo político, sino también en lo económico, generaron un clima de mayor incertidumbre y volatilidad a lo largo del año pasado que finalmente tuvo su desenlace en el triunfo de Javier Milei.
La primera medida de la nueva administración fue aplicar una devaluación de 54% con el propósito de comenzar a ordenar un mercado cambiario caracterizado por una batería de restricciones y una brecha del orden del 150%. El resultado, además de mejorar la competitividad de las exportaciones, fue una aceleración adicional de la ya muy elevada inflación, que pasó del 12,8% en noviembre del año pasado al 25,5% en diciembre.
Por eso, para analizar la competitividad en el sector exportador lácteo se elaboró el Índice del Tipo de Cambio Real Multilateral para la Leche en Polvo (ITCRM-LPE), tomando como referencia el período comprendido entre enero de 2000 a enero de 2024.
El índice muestra la relación entre las variaciones en el tipo de cambio nominal y la inflación de distintos países con respecto a la Argentina. De la interacción entre ambas variables, resultan períodos de apreciación o depreciación cambiaria que pueden resultar en menor o mayor competitividad vía precio.
Así, para su cálculo, se tiene en cuenta la participación relativa de los principales actores del comercio mundial de leche en polvo entera. De este modo, se ponderan las exportaciones de Australia, Chile, Nueva Zelanda, Ucrania y la Unión Europea (UE-27).
Otra variable considerada son los derechos de exportación, los cuales reducen el nivel del tipo de cambio efectivamente percibido por las empresas integrantes de la cadena de valor láctea. Vale recordar que ese tributo desde octubre de 2023 ha dejado de influir cuando, por un decreto presidencial, se decidió llevar la alícuota del 9,0% al 0% para los productos lácteos; la medida fue prorrogada por el actual gobierno con vigencia hasta junio de 2024.
En el siguiente gráfico es factible percibir ese evento en la unificación de los dos ITCRM a partir del mes de octubre pasado, lo que contrasta con la brecha entre ambos ITCRM en el período comprendido entre 2006 y2008, donde el tipo de cambio efectivamente percibido por los productores llegó a ser 50% menor que el oficial como producto de las regulaciones gubernamentales en materia de precios mayoristas y en el comercio exterior.
Precisamente, uno de los momentos de mayor aumento del ITCRM-LPE se registró a la salida de la convertibilidad, en el año 2002, con un salto del tipo de cambio de 350%. Luego, entre 2003 y 2008 la competitividad mermó levemente con el ya mencionado efecto de los derechos de exportación.
Posteriormente, con la eliminación de la alícuota a la exportación en 2009, la competitividad se mantuvo relativamente estable hasta principios de 2014, donde se observa un pico de mejora, fruto de la devaluación de febrero de ese año.
El período comprendido entre el año 2015 y 2020 estuvo marcado por una sucesión de esquemas de apreciación cambiaria alternado por devaluaciones con el objetivo de evitar pérdidas en la competitividad. Esas fluctuaciones cambiarias también se reflejaron en la volatilidad experimentada por el índice.
A partir del mes de marzo de 2021 los elevados niveles de inflación, sumados a un tipo de cambio congelado, afectaron de manera notable la competitividad del sector. Para el 2023 el modelo económico del gobierno saliente seguía presentando inconsistencias, principalmente en precios, con inflación reprimida y atraso del tipo de cambio, lo que intentaba compensarse con tipos de cambios diferenciales que, en algunos casos, afectaron otras producciones.
En ese contexto se explica el salto devaluatorio implementado por el actual gobierno a fines del año pasado, el cual generó un impacto positivo en la competitividad del ITCRM-LPE, alcanzando el pico de la serie.
Tal medida se vuelve relevante dada la situación macroeconómica actual, con salarios deprimidos y un mercado interno recesivo. En ese sentido, las ventas minoristas –según datos de CAME– cayeron 28,5% interanual (enero 2024 versus enero 2023) y en alimentos y bebidas la baja es aún mayor (-37,1%). Por su parte, los salarios formales, en promedio, registran seis meses de caída en términos reales. Así, en diciembre perdieron un 13% del poder de compra, la mayor caída desde 2002, según datos de la Remuneración Imponible Promedio de los Trabajadores Estables (RIPTE).
Sin embargo, debería tenerse en cuenta el efecto devaluatorio en los precios (pass-through), sumado al esquema cambiario de crawling peg (devaluación del tipo de cambio oficial al 2% mensual), no solamente en términos de compra de los asalariados, sino también como fenómeno que comienza a deteriorar la mejora en la competitividad de los productos de exportación argentinos.
Al respecto, el diseño de la política económica nacional será determinante a la hora de analizar la evolución de la competitividad cambiaria para los sectores exportadores del país en el corto plazo.
Sin embargo, la competitividad, en el largo plazo, requerirá de políticas y acciones específicas, tanto del sector público como privado, para eficientizar la operatorio de los negocios, así como también para mejorar la infraestructura, el transporte y el marco institucional.

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