En tiempos de COVID, la cadena cárnica supo sobreponerse al escenario incierto y las plantas frigoríficas lograron operar con ritmo sostenido en los primeros meses críticos. Para sorpresa de muchos, el volumen de exportaciones se mantuvo gracias a la gran demanda china y el mercado interno, pese a la pérdida del poder adquisitivo que sufrió la masa asalariada, se defendió con creces. Sin embargo, la coyuntura ya no le sonríe al sector y la preocupación en los distintos eslabones se percibe con el paso del tiempo.
Nuestro Agro dialoga con el gerente general de Sodecar, Rubén Burkett, uno de los establecimientos santafesinos que no han detenido su operatoria, ajustándose a los protocolos correspondientes. Conocedor del negocio ganadero, reconoce que la industria no atraviesa un buen momento teniendo en cuenta el contexto signado por los problemas económicos y financieros del país, pero también por el escenario internacional caracterizado por una baja considerable de precios.
Nuestro Agro (NA) – ¿Cómo impactó la pandemia en el negocio?
Rubén Burkett (RB) – Como todas las actividades, estamos sufriendo los efectos que está generando la pandemia. Más allá de que toda la cadena cárnica ha sido considerada actividad esencial y desde un primer momento se continuó trabajando, hay que resaltar que en los últimos meses comenzamos a ver problemas serios. Se cumplieron los protocolos y en función de eso, sobre todo por el lado de la industria, prácticamente no se ha resentido la actividad independientemente que hubo muchas plantas que debieron paralizar su producción una o dos semanas, fundamentalmente en algunas ciudades donde los casos se han multiplicado en cifras importantes.
NA – ¿Qué ha sucedido con las exportaciones en este contexto?
RB – A principios de año se sufrió con el efecto de China, donde ocurrió el foco inicial de la enfermedad y dejó de comprar durante casi dos meses. Eso alteró mucho el negocio de exportación. En marzo se retomaron los envíos pero a precios muy inferiores. Hoy China sigue siendo nuestro principal comprador, pero la rentabilidad que tenía el año pasado ya no existe este año y en algunas operaciones se está trabajando a pérdida para mantener el mercado. Además, la gran faena de vacas fue mermando y hoy la oferta es muy reducida y estamos hablando de precios de 60/65 pesos. La exportación tiene un dólar que a su vez presenta retenciones del 9% y ese dólar neto que recibe la industria ha encarecido todos los costos. En definitiva, hoy el escenario de las exportaciones está complicado más allá que hay una gran demanda; esta complicada la Cuota Hilton porque también estamos viendo que en Europa otra vez están con cierres de bares y comedores que es un poco el principal destino donde va nuestra carne.
NA – De todas maneras las exportaciones han crecido. ¿Esta situación no se compensa con los números que se están manejando en el mercado?
RB – Lo que pasa es que se está tratando de hacer más volumen. Cuando tus gastos fijos permanecen y crecen, hay que compensar con mayor volumen porque los precios son pocos rentables. Por suerte para la industria exportadora el mercado está, la demanda existe y algo similar está pasando con el cerdo. Estamos viendo un incremento en el precio del cerdo fenomenal, después de la crisis que tuvimos allá por mayo, donde la industria chacinadora paró sus compras, su faena y de 75/76 pesos que había llegado, cayó debajo de los 60. Hoy estamos hablando de un precio del cerdo de 110 pesos y eso es un impacto muy importante que se está trasladando a precio y que estimamos que terminará afectando el consumo también.
NA – ¿Cómo impactaría una eventual eliminación de retenciones a la carne?
RB – En el caso de las carnes la retención es del 9% y sería muy importante si se quitara porque hoy cambiaría la rentabilidad del negocio. En la actualidad, es mucho mayor lo que se paga por derecho de exportación que la posible rentabilidad que pueda lograrse.
Preocupación por el consumo interno
Burkett también analizó la situación del consumo interno en general, que sufre las consecuencias lógicas de la pérdida del poder adquisitivo que experimentó la población. En Rafaela, Sodecar cuenta con cuatro carnicerías y ese fenómeno no se ha notado; incluso, hubo meses con récord de ventas en lo que respecta a carnes. De todas maneras, aclara: “también hay preocupación por los precios, porque todos hemos visto valores extraordinarios que registraron los terneros y eso no se está dando en el gordo. A fin de año cuando generalmente sube un poco la demanda, el temor es que se produzca un aumento de precios de la hacienda de consumo, que seguramente pegue un salto porque de lo contrario habrá mucho quebranto en una parte de la cadena de producción. Eso sería un golpe importante para el consumo interno”.
NA – ¿Qué comportamiento han tenido los precios en el mostrador y cómo se comportó el consumidor?
RB – Hubo aumentos. Uno muy notorio cuando pegó ese primer salto que fue del 10/15%. En ese momento estaba muy barato todo lo que era corte de cerdo y nosotros notamos que hubo un traspaso a esos cortes y ahora estamos en el proceso inverso porque el cerdo subió y está casi cercano al 90% de aumento. Hay una relación que yo creo que el consumidor la mide rápidamente. Cuando el corte de cerdo se acerca al vacuno, el consumidor opta por regresar a la carne vacuna. No hay un boom de demanda pero creo que la gente está midiendo el gasto y es consecuencia de la situación que estamos viviendo. Muchas personas han perdido su ingreso o quizás están cobrando la mitad del salario. Sin dudas es un momento difícil y el consumo hacia fin de año seguramente sentirá una merma.
“El tipo de cambio es falso”
Otra variable importante que incide en un negocio como el ganadero está relacionado con el tipo de cambio. La brecha cambiaria es cada vez mayor y los sectores productivos deben lidiar con los efectos que ello genera.
Al respecto, Burkett indica: “hoy está claro que este tipo de cambio es falso, no sirve y menos con derechos de exportación; cuando se dan estas brechas sabemos los problemas que empiezan a aparecer en la facturación y una parte del sector privado deja dólares afuera”
NA – ¿Cómo afecta el desempeño de la empresa una situación caótica como la que se afronta?
RB – En argentina creo que ya no hay más nada por inventar. Y esto es insostenible. Seguramente el gobierno está dilatando una devaluación porque si no se lleva a cabo con otras medidas, por sí sola no sirve. Es un fenómeno que se traslada a los precios pero a los tres meses los costos suben de tal forma que la devaluación se diluye. Creo que lo que está pidiendo el sector empresario es un plan serio, de largo plazo. Ojalá pudiera haber un plan consensuado con la oposición de muchos años porque de lo contrario se hace muy difícil invertir. Cómo pretendemos que haya inversiones externas o que grupos nacionales puedan invertir, si no hay financiamiento. Hoy traer un equipo de Europa, significa una inversión de aproximadamente 2.000 euros. Son números muy difíciles. El sector empresario pide previsibilidad y se ha demostrado que siempre invierte en el país si están las condiciones dadas.
Un sector necesario
Sin dudas, la pandemia significó un verdadero desafío para los sectores productivos. La cadena cárnica, considerada actividad esencial desde el comienzo de la cuarentena, supo readaptarse para seguir produciendo. Con los protocolos sanitarios correspondientes, la industria frigorífica logró mantenerse operativa y soportar los embates que la coyuntura presenta.
De todas maneras, la luz de alerta ya fue encendida por un sector que observa un crecimiento en sus costos y una caída en los precios internacionales, que en muchos casos afecta al negocio exportador. La eliminación de las retenciones a la carne, en momentos donde el Gobierno nacional analiza todo tipo de medidas para conseguir divisas, podría ser un aliciente para el sector. No obstante, la preocupación por la marcha de la economía existe y se profundiza porque no se vislumbra una salida y mientras tanto, los sectores productivos navegan a la deriva buscando alguna señal que le permita llegar a la orilla.