En un escenario plagado de incertidumbre, el sector privado tiene clara una sola cosa: no se resisten más impuestos. La visión encuentra fundamentos en una presión impositiva asfixiante, como muchos sostienen, que pone en jaque la rentabilidad del negocio en cuestión y atenta contra la inversión y/o la generación de nuevos puestos de trabajo. Sin embargo, el Gobierno nacional (con graves problemas fiscales) siempre se las ingenia para crear o inventar un tributo, con fines meramente recaudatorios, que le permita contar con “caja” para afrontar los compromisos vigentes. Paralelamente, el gasto público crece a pasos agigantados y la gran duda pasa por saber hasta cuándo.
Nuestro Agro dialoga con el reconocido economista de Fundación Mediterránea, Juan Manuel Garzón, que todas las semanas analiza el comportamiento de las diversas variables macroeconómicas y revela la situación agobiante que sufre el sector desde el punto de vista impositivo. “El error que comete el Gobierno es pensar salir de la crisis con más impuestos, cuando en realidad ha sido el principal problema que nos condujo a esta realidad complicada”, explica. Y agrega: “es hora de frenar y pagar la fiesta para pagar las cuentas”.
Nuestro Agro (NA) – ¿Qué análisis hace del presente y del plan económico?
Juan Manuel Garzón (JMG) – Yo creo que el contexto tiene luces rojas, amarillas y verdes. Las luces verdes están directamente relacionadas con los precios internacionales que presentan los principales commodities. Las luces amarillas se encuentran asociadas principalmente al clima, que genera incertidumbre a partir del año “Niña” pronosticado y la falta de agua existente en muchas regiones. Y lamentablemente las luces rojas está vinculadas con la política económica a partir de un error de diagnóstico del Gobierno nacional. Tenemos un Estado que no logra sostenerse, que tienen baja productividad y que no cuenta con crédito. Y en la otra vereda hay un sector privado que ya no da más porque tiene cargas tributarias cada vez mayores.
NA – Y ahora se suma este aporte solidario aprobado en el Congreso.
JMG – Es cierto que recaerá sobre una porción muy pequeña de argentinos, algo que también habla mal de nosotros porque eso significa que no hemos sabido generar riquezas y hay muy pocas personas con ese patrimonio. Pero más allá de eso, genera mucha preocupación el rumbo porque la única herramienta a la que se acude permanentemente, cuando hay un problema fiscal, es subir impuestos. Es necesario contar con racionalidad para el Gasto Público y pagar la fiesta que lamentablemente han llevado adelante quizás otros gobiernos, porque no es solo responsabilidad del actual.
NA – ¿Cómo se explica este famoso “impuesto a la riqueza”?
JMG – Es criticable desde distintos lugares. Estos impuestos patrimoniales están en retirada en el mundo. En general los países ya no quieren gravar patrimonio porque no quieren que se les vayan los capitales y usan otras herramientas tributarias. La primera crítica de este impuesto es que no es una herramienta que haya que utilizar pero que se está utilizando en esta economía moderna y que ya existe otro impuesto patrimonial. Uno de los argumentos que solía justificar los impuestos patrimoniales de estas carerísticas era que se intentaba gravar con esta tributación los activos no productivos (por ejemplo un cuadro de Picasso). Los fiscos se dieron cuenta que ese tipo de activos eran los más fáciles de ocultar y los más difíciles de detectar, mientras que los que quedaban muy visibles y fácilmente gravables eran justamente los activos más productivos. Otra cosa más, un impuesto patrimonial es un impuesto a la renta no consumida, es un impuesto al ahorro y ya hay un impuesto a la renta en Argentina como en todos los países. De última, pueden mejorar el margen si creen que ese impuesto a la renta no está alcanzando a todas las bases. Y por otro lado justamente lo que no debieran gravar, porque es un déficit histórico en Argentina, es el ahorro. Deben lograr que el argentino ahorre lo más posible y consuma menos, porque el ahorro financia después las inversiones y es lo que posibilita el crecimiento.
“Al campo lo posicionan como enemigo”
Con una economía resentida y una profunda crisis social, pandemia mediante, el sector agropecuario y agroindustrial logró revalidar los pergaminos y demostró por qué es el verdadero motor. Sin embargo, los reiterados embates oficiales generan desánimo y preocupación en tiempos donde las reglas claras y el acompañamiento de políticas de Estado resultan imprescindibles. “Yo veo que hay un sector amplio de la política argentina que visualiza al campo como un gran aportante de recursos y desde ese lugar es difícil tener una buena relación”, advierte Garzón.
NA – Qué importante y beneficioso sería que puedan llevarse mejor.
JMG – Ojalá se pudiese, pero si te visualizan nada más que para sacarte el 50 o 60% de tus ingresos, tu renta y/o tus ganancias, es realmente difícil. De todas maneras, creo que el campo está haciendo ya desde hace años todo lo posible para tener esa buena relación. Pero del otro lado lo único que quieren es ese gran porcentaje y posicionarte como enemigo, cargarte de perjuicios respecto de ciertos estereotipos que quizás en algún momento de la historia argentina tenían más que ver con la realidad. Ahora tenemos más cientos de miles de productores agropecuarios de todos los tamaños y en todas las regiones.
NA – ¿Hay una visión anacrónica del sector todavía? JMG – La realidad es que se lo sigue considerando como un sector que se gana su ingreso con poco esfuerzo y sin generar trabajo. Hay prejuicios totalmente erróneos y los que estamos en el interior sabemos bien el movimiento que implica una siembra o una cosecha. Por más que lo combata, el Gobierno sabe que es imposible crecer en Argentina sin el apoyo del campo y ha quedado demostrado cuando hemos tenido una sequía fuerte como en el 2008/2009 o 2017/2018, cuando la actividad se resintió rápidamente, con un impacto muy negativo sobre la economía