Hace algunas semanas que la Bolsa de Comercio de Rosario viene alertando sobre el recorte de la superficie destinada al trigo en nuestro país. Recientemente, la Guía Estratégica del Agro de la institución advirtió que “Hace un año, con 6,9 millones de hectáreas, el trigo apuntaba a superar las 20 millones de toneladas. Ahora, con malos pronósticos y un escenario muy complejo por falta de agua, la estimación triguera de julio baja de 6,2 millones de hectáreas (proyectadas en junio) a 5,9 millones”.
Es así que por primera vez desde la campaña 2017/2018 no se está por debajo de los seis millones de hectáreas y es así que se superará por poco la producción con 17 millones de toneladas, al menos al momento.
En la provincia de Santa Fe la situación es similar, con recortes que reporta la Bolsa de Comercio de la capital provincial cada semana, sin embargo es importante enfocar el desempeño del cultivo en el Departamento Castellanos.
La Sociedad Rural de Rafaela tomó contacto con la Ing. Agr. Verónica Sapino, del área de investigación en producción vegetal del INTA Rafaela, quien confirma que la producción en la región tiene relación con lo que sucede a nivel nacional.
“Se observa en las recorridas que hacemos todos los meses alrededor de un 20 por ciento de disminución en la superficie sembrada, en relación al año pasado”. Con una última lluvia importante a fines de marzo, la campaña empezó con poca humedad en los perfiles, aunque al mes de mayo el control de agua útil permitía sembrar, recomendándose que en una profunidad de 1,5 metros existan 120 milímetros de humedad.
Sin embargo, “los lotes que se sembraron se ven muy mal, muy atrasados. Acá en el Departamento Castellanos hay pérdidas de plantas, se complica el panorama y la ventana para la siembra ya se está cerrando”.
El calendario ya debería haber cerrado las opciones para los productores esta semana, sin embargo algunos que aún están dudando deberían conseguir ciclos cortos para apostar en esta campaña fina, a pesar de las dificultades para hacerse de insumos de este tipo; y así llegar al período crítico del cultivo entre el 12 de septiembre y el 21 de octubre.
El impacto de la campaña será importante, porque no hay demasiadas opciones ante la sequía y el correr de las semanas, que no pueden ir más allá de las avenas, quedando la mayoría de los lotes que hoy están vacíos, con rastrojos, a la espera de girasol, sorgo o maíz, directamente.
En un marco de indefiniciones políticas y complicaciones para la consecución de insumos y servicios el panorama es aún más complejo.
La fertilización tampoco tuvo una buena campaña, por la falta de lluvias que la complementan, por lo tanto “en los lotes que están sembrados se podría hacer alguna aplicación foliar más adelante”, entonces “la perspectiva de rendimiento es muy baja”.
Más allá de este cuadro, desde el INTA se advierte sobre el control sanitario de los cultivos, para prevenir casos de roya en el trigo. Con una napa a más de cinco metros y un déficit hídrico de cien milímetros para encarar el invierno, esta será una campaña complicada que sigue a lo que fuera la sequía del verano y la pérdida de maíces y deterioro de sojas.
No se tiene hoy la alternativa de aprovechar la franja de oportunidad de las napas, entre dos y cuatro metros de profundidad, donde las raíces tienen suficiente espacio para aprovechar el almacenaje de agua con alguna mínima lluvia de ocasión.
Sapino concluyó que “no hay perspectiva climática buena para nuestra región”, por lo tanto sólo restará esperar alguna precipitación sorpresiva que rompa con el ciclo seco y aguardar por una primavera más neutra, según los pronósticos de mayor alcance.