La intención de siembra de trigo alcanzaría en el Centro Norte de la provincia de Santa Fe, con 450.000 ha, registraría un incremento de 80.000 ha con respecto a las del año anterior, que fueron 370.000, lo que sería un 18 a un 20% superior.
Por Rubén Walter (Ing. Edafólogo de la Bolsa de Comercio de Santa Fe)
Las condiciones ambientales de las últimas semanas del mes de mayo y los primeros días de junio se revirtieron. Algunos eventos climáticos, como ligeras precipitaciones en distintas zonas geográficas y algunas importantes, pero puntuales, se concretaron en el centro del SEA, departamentos Castellanos, Las Colonias y La Capital. Disminuyeron los montos hacia el sur del área de estudio, San Martín, San Jerónimo y en mayor proporción hacia el norte, San Cristóbal, Nueve de Julio, Vera, General Obligado y San Javier.
Las que generaron un cambio en las expectativas y los interrogantes, ante el inminente inicio de una nueva campaña de cosecha fina 2023. Por lo que se analizaron y evaluaron nuevas planificaciones, insumos, fechas de implantación, variedades, ciclo para cada lote o establecimiento, los futuros pronósticos climáticos y las situaciones económicas de cada productor, para la toma de decisiones finales: siembra o no siembra.
Ante tales parámetros, la conclusión y decisión del sector, fue y es la implantación.
En el área del SEA, la intención de siembra de trigo alcanzaría las 450.000 ha, registraría un incremento de 80.000 ha con respecto a las del año anterior, que fueron 370.000, lo que sería un 18 a un 20 % superior.
Dicha realidad no es general, se reflejó en diferentes proporciones, regulada fundamentalmente por las lluvias registradas días atrás, la recarga de los perfiles de los suelos y la óptima disponibilidad de agua útil en la cama de siembra, por ello, la intención sería, en el sector:
norte, muy similar o levemente superior a 1 – 3 %, centro, superior desde el 28 al 30 %, y sur, oscilaría entre 68 a 70 % superior.
Lo que reflejaría dos características importantes de dicha distribución, una de ellas las zonas de los departamentos más agrícolas con mayor superficie o bajo sistema productivo mixto y la otra, el impacto o las consecuencias de la sequía sobre los cultivos de cosecha gruesa, con magros o nulos resultados o rindes, siempre afectados por el déficit hídrico y el estrés calórico.
Como consecuencia, hasta la fecha la situación económica del sector, evidenció una falta de liquidez y/o disponibilidad de dinero para afrontar compromisos, cubrir costos o disponer del mismo para nuevas planificaciones, producciones, por ello y ante las precipitaciones se tomó la decisión enunciada, sembrar.
Pero, priorizando la situación económica y obviando las buenas prácticas agrícolas, labores necesarias de altos impactos, rotaciones, controles químicos entre otras, muy importantes e imprescindibles.
Por otro lado, en cuanto a la tecnología aplicada fue similar, priorizar lo básico e indispensable mínimamente, aprovechando los nitratos que no se utilizaron y sumar lo mínimo, para una buena germinación.
A posteriori, luego de la evaluación de la evolución y desarrollo particular de los cultivares de cada lote, se realicen fertilizaciones o se ajusten las planificaciones, siempre sujetas a las respuestas de los trigales ya en estado de macollaje y a la disponibilidad de agua útil en los perfiles de los suelos. Además, sujetas a los costos y a los planes de financiación, acordes con la disponibilidad de cada producto o insumo.