El gran cambio agrícola

El presidente de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa, Marcelo Torres, realizó un repaso de la evolución de los últimos 30 años en el terreno de la agricultura. Quizás el sector que mejor evidencia un cambio de paradigmas, pero destacando que esto se debió más al impulso de los productores, que a las políticas de Estado.

El Ing. Marcelo Torres (MT) representa como presidente de AAPRESID, a los productores agrícolas que a lo largo de los últimos 30 años decidieron innovar y desarrollar la agricultura moderna que hoy caracteriza al país frente al mundo.
En esta entrevista, se advierte claramente que los agricultores siempre estuvieron un paso delante de las políticas, incluso más, a pesar de los constantes obstáculos de la macroeconomía y la hostilidad de Gobiernos que tomaron al campo como una mera fuente de recursos.
«Nunca nos sentimos acompañados por las políticas públicas en estos 30 años», afirma Marcelo Torres. «Como en todos los aspectos de la Argentina, estamos como siempre atacando la coyuntura y nunca podemos tener una mirada a largo plazo, estratégica, desde el punto de vista público; ojalá lo logremos en algún momento».
En lo que es la política agropecuaria, Torres sostiene que su análisis «es mirarse en un espejo en la región: uno ve Brasil, Uruguay, son casos muy emblemáticos para analizar porque tenés gobiernos que han pasado de diversos signos políticos, incluso contrarios, pero siempre han tenido políticas de Estado respecto al agro, siempre insertos en el mundo, alentando a la exportación de valor agregado, que no ha cambiado a lo largo del tiempo y cuyos resultados están a la vista; creo que eso es lo que tenemos que lograr en Argentina y que lamentablemente no hemos alcanzado en estas décadas». Es decir, «tener un rumbo definido más allá de quien sea gobierno», analizó Torres.

Los cambios evidentes
Nuestro Agro (NA) – ¿Cuánto ha cambiado la agricultura en estas últimas tres décadas?

MT – Ha cambiado mucho. Hubo cambios que fueron dándose unos sobre otros. El principal creemos desde AAPRESID ha sido la evolución constante desde el conocimiento y eso se tradujo en nuevos sistemas productivos. La entidad nació en el año ’89 (ya hace 34) y fue desde entonces cuando empezamos a pensar desde la siembra directa como una herramienta importante, una tecnología innovadora que venía a evitar la erosión hídrica y a amortiguar sus daños en los suelos. De alguna manera, empezamos a entender en el centro del país, donde teníamos campos con pendientes, enormes zanjas y limitantes de todo tipo, que algo podíamos hacer para aprovechar mejor los recursos. Y la primera acción que imaginamos fue dejar de hacer labranza, para tener el suelo con cobertura de rastrojo, evitando que la lluvia impacte directamente y arrastre el suelo hacia las partes más bajas. El segundo factor fue la convergencia de la soja RR, resistente al glifosato, cuyo nivel de adopción hizo que la siembra directa escale muchísimo por su simplicidad. Por supuesto que surgieron otros problemas como las malezas resistentes, por usar barbechos químicos largos, y en otros casos, la compactación de suelos. Pero había que ingeniárselas y entonces pensamos que una manera de resolver estos problemas era la adopción de rotación de cultivos (gramíneas, leguminosas, cultivos de invierno, cultivo de veranos) para empezar a tener el campo con cultivos con cobertura la mayor cantidad de tiempo posible. En la última década, agregamos el concepto a escala de lo que es el cultivo de servicio o cultivo de cobertura, que me ayuda a controlar la maleza, a mantener un micro bioma vivo y activo en el suelo. También entendimos que el sistema permite fijar biológicamente nitrógeno, incluso incorporando leguminosas en la mezcla del cultivo o servicio. Entonces empezamos a tener un campo verde la mayor cantidad de tiempo posible.
NA – Siempre de la mano de las tecnologías y la experimentación. ¿Cuál es la conclusión que sacan mirando en retrospectiva?
MT – Creo que lo que ha cambiado es la concepción de producir. Pensando en otras tecnologías, adoptamos la agricultura de precisión que se basa en la agricultura por ambientes. Esto se encuentra en un nivel de adopción muy alto, que hace 30 años no teníamos. Ajustar la densidad de siembra, la fertilización selectiva, lo cual elevó el potencial que teníamos en los lotes. Antes, el lote era un gran cuadrado divido por alambre y se manejaba todo igual. Incluso hoy es distinta la rotación en función de los ambientes. La capacidad de las máquinas también, de capturar, cosechar y generar un montón de información que nos sirve para la toma de decisiones. Tener los campos geo referenciados en una plataforma, poder ver las imágenes satelitales y cómo va la evolución del cultivo, los mapas de rendimiento, ver cómo terminó ese cultivo y donde podemos seguir ambientando para ser más eficientes. Todo eso es productividad más eficiencia, lo cual hasta cambió el diseño de las empresas. En los ’90 había productores medianos. Pero hoy hay productores muy grandes que están en el orden de las 150.000 o 200.000 ha. sin embargo, también hay productores que siembran en campos de 1.000 ha con igual eficiencia.

Los factores disruptivos
NA – ¿En qué momento identifica en esta línea histórica, la bisagra del cambio?

MT – Creo que la genética ha sido un factor fundamental en los rendimientos. La verdad que tenemos un desarrollo increíble en ese sentido y por eso siempre reclamamos una ley de semillas moderna, porque es una herramienta fundamental para seguir invirtiendo en tecnologías y en genética, sobre todo en trigo y soja. Igualmente, los cambios fueron tan constantes y permanentes, que me costaría marcar un punto de inflexión. Pero si creo que en los ’90 y principios el 2000, se dio un crecimiento muy fuerte, un salto productivo muy importante que nos impulsó a todos. Ahí crecimos muchísimo. De no hacer soja prácticamente, hoy el nivel de soja de segunda es muy importante en la región sudeste. Y hemos crecido en la rotación de cultivos; ni hablar del maíz de la mano de la biotecnología. Antes, no podíamos sembrar maíz tardío porque teníamos problemas de plagas y barrenadores o cogoyeros. Con la aparición de los maíces BT pudimos resolver muchos de esos problemas, adaptando los maíces al balance hídrico y térmico que favorece la floración en diferentes momentos, estabilizando rendimientos. Eso que fue la opción del maíz tardío fue una combinación de los productores a campo haciendo estas pruebas, no hubiera sido posible si no teníamos la genética adecuada y sobre todo los eventos biotecnológicos de resistencia a estas plagas también adaptadas. Otra de las claves fueron la tecnología de sensores, los satélites, la identificación de las malezas y poder hacer aplicaciones selectivas, lo cual está creciendo exponencialmente. Bueno, la agricultura de precisión, que nos permitió hacer modelos predictivos con inteligencia artificial, analizar datos, establecer algoritmos y hacer una prescripción.
NA – ¿Dónde ubicaría a la agricultura argentina en el comparativo mundial?
MT – Yo he tenido la suerte de poder viajar mucho y conocer otros países, y te diría que estamos a primerísimo nivel en agricultura. De lo mejor que hay en el mundo, porque es poco frecuente ver tantos jóvenes que todavía quieran seguir vinculados al agro, como sucede aquí. Yo creo que las tecnologías digitales, la bioeconomía o economía circular, son drivers muy potentes para los jóvenes. Toda esta red profesionalizada de contratistas, agricultores que son empresarios, que manejan no sólo lo agronómico sino las finanzas de sus empresas, incluso las herramientas del mercado. Pero además, somos una agricultura con una baja huella ambiental. Y todo eso, sin ningún tipo de estímulo de políticas públicas, sólo porque el productor busca la manera de combinar productividad y eficiencia. Por eso no tengo dudas, el productor argentino es muy eficiente y está a primerísimo nivel, sólo que la falta de previsibilidad es una limitante que ralentiza muchas de las nuevas adopciones.

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